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La Torre del abuelo

Frente al mar y al faro de la humanidad, en la costa de Mera, se levanta la casa del doctor Vázquez Iglesias, que atesora cientos de recuerdos del cofundador del instituto que promovió la candidatura ante la Unesco

El doctor Vázquez Iglesias falleció dos años antes de que la Unesco pusiese en un papel algo que él ya sabía: que la Torre de Hércules merecía ser patrimonio de toda la humanidad. Entre sus tesoros más queridos, una bombilla que le regaló uno de los fareros del monumento. Cientos de piezas como estas y miles de fotografías atestiguan su pasión por la Torre y por el mar. Las custodia con devoción su viuda, Beatriz Coleman, a la que le gustaría que se recordara a Manito, como se le conocía, por mucho más que por el faro. Desde su casa de la costa de Mera recuerda al hombre que llegó de Ourense para convertirse en más marinero que nadie

ANA RODRÍGUEZ | A CORUÑA "Lo primero que nuestros nietos aprendieron a decir fue papá, mamá y la torre del abuelo". Beatriz Coleman, viuda del doctor Vázquez Iglesias, Manito, sumará cinco nietos en septiembre con la llegada de dos niñas. Los pequeños no tendrán más que recorrer las paredes y cuartos de su casa de Mera para saber quién era el abuelo, jefe de Patología Digestiva del Hospital de A Coruña y primer impulsor de la candidatura de la Torre de Hércules para convertirse en patrimonio mundial. En lo más alto del inmueble, un despacho con un tragaluz. La ventana enmarca a lo lejos un faro que el médico necesitaba ver todos los días, enamorado como estaba de "la novia de los coruñeses" o de la "diosa atlántica", como le gustaba llamar al monumento citando a Manuel Rivas.

El despacho permanece casi intacto, igual a como quedó tras su fallecimiento, hace poco más de dos años. Un catalejo con el que casi podía acariciar a la Torre permanece recogido en una esquina. Allí llegó incluso a revelar fotos cuando las máquinas digitales no existían. "La he fotografiado por veinte mil sitios", decía el primer presidente del Instituto de Estudios Torre de Hércules. Las paredes no pueden ni respirar de tanto recuerdo que el matrimonio fue acumulando a lo largo de los años. "¡Llegábamos con tanto peso de los viajes!", exclama Beatriz Coleman, que seguirá alimentando el conjunto de casi trescientas réplicas del faro que llegó a reunir a lo largo de los años.

"Encontramos una en un bar de gallegos en Argentina, pero el dueño nos dijo que no nos la daba ni loco", relata la mujer, quien recuerda que los pacientes de Manito contribuyeron a aumentar como nadie la colección.

"En la consulta, los enfermos eran muy agradecidos y con esto de la Torre encontraron un filón", rememora Coleman en torno a la figura de uno de los 19 médicos que inauguró el antiguo complejo hospitalario Juan Canalejo, algo que, según explica, siempre le gustaba mencionar.

Torres y torres repartidas por cuartos, consultas y despachos para cultivar una afición que le nació de estudiante. "Tengo pasión. La primera vez que la vi estaba estudiando en Santiago. Era de noche y tengo grabado aquello como algo muy especial. Cuando vine a vivir aquí, la veía todos los días y me fascinaba. Hay a mucha gente que le ocurre lo mismo, lo que pasa es que la he fotografiado por veinte mil sitios y parece que soy el más apasionado", narraba en una entrevista un mes antes de cofundar el instituto promotor de la candidatura.

"Era de tierra adentro pero también era el más marinero", describe su mujer. Curiosamente, ni él ni Segundo Pardo, quien recogió el testigo al frente de la entidad y originario de Palas de Rei, habían nacido al lado del mar. El amor por la costa de Manito se revela en sus piezas de barcos, de hasta un siglo de historia; en decenas de maquetas de naves, que pueblan varios puntos de su casa; y, como no, en sus fotografías. "Sé que ahora es importante lo de la Torre, pero me gustaría que fuese recordado por algo más", afirma delante de una decena de torneos de fotografía expuestos en un salón con una gran mesa de billar. "También era un loco de la Costa da Morte". Lo atestiguan imágenes muy próximas, "jugándose el tipo", de percebeiros. Una Virxe da Barca de Muxía preside la fachada de la casa de Mera.

Fotos y fotos cuelgan de sus paredes, también testimonio de sus viajes por el mundo: gaviotas en San Francisco, una banda de jazz en el Preservation Hall de Nueva Orleáns... Hay mucha música en la casa: un órgano en el despacho, una preciosa gramola en el piso de arriba, un póster de los Beatles próximo a un cartel de Dos hombres y un destino. "Le encantaba bailar, siempre me decía que era una aburrida cuando yo no quería", bromea Beatriz Coleman frente al mar y a la otra novia bimilenaria con la que compartió al doctor.


Fuente: http://www.laopinioncoruna.es/

Comentarios

Sandra ha dicho que…
También es la Torre de mi abuelo...
¡Santalla!